Hemos perdido la capacidad de indignarnos
El veneno no mata si no te lo tomas, nadie podrá jamás despojarte de tu dignidad a menos que le des permiso o lo permitas.
Anónimo
Hace un tiempo escuché decir a Jorge Bruce (o tal vez a su invitado) en el programa sabatino que dirige en Radio Capital que "Lo más valioso que Fujimori nos robó a los peruanos es la capacidad de indignarnos". Que los peruanos nos hemos vuelto más cínicos después de su dictadura. Y creo que eso es totalmente cierto. Lejos de habernos dejado en crisis política y económica, lejos de habernos dejado un sistema de capitalismo neoliberal salvaje, lejos de habernos metido el dedo hasta el fondo, lo peor de todo es que llegó un momento en que dejó de importarnos. Como la cosa iba mejor que en los 80's, era válido perdonarle al dictador sus pecados.
Muchos me dirán que no estoy totalmente en lo cierto, pues existe una serie de colectivos y movimientos que se pasan la vida protestando y mostrando su enojo e indignación por la corrupción, el uso de la violencia, la criminalización, en general, de la protesta, entre otras cosas. Pero creo que el problema -y hablo a título personal- es que están todavía lejos de ser efectivos. Ni la izquierda, ni los estudiantes, ni la oposición política, han logrado crear un frente coherente al cual cualquier persona querría adherirse.
Por lo tanto, a no ser que nosotros, ciudadanos de a pie, empecemos a movernos, hacer valer nuestros derechos y exigir el respeto que nos deben los políticos, aquellos hombres que gobiernan gracias a que nosotros nos dimos la molestia de darles nuestro voto, los poderosos van a seguir llevando la fiesta como les dé la gana. Por eso me robo un pedazo de la columna de hoy de Patricia del Río, que pone sobre la mesa algunas preguntas que usted, amigo lector de esta humilde columna, seguro se ha hecho alguna vez:
¿Qué nos ha pasado a los ciudadanos peruanos, que hemos perdido la capacidad de indignación? ¿Cómo es posible que el 80% de los limeños apoye a un alcalde como Luis Castañeda, que se gasta la plata en obras que no acaban nunca sin dignarse a darnos la más mínima explicación? ¿Por qué tenemos que agradecerle tanto al presidente García que esta vez no la haya embarrado como en su primer gobierno, cuando ese es su trabajo? ¿En dónde tenemos la autoestima cuando permitimos, calladitos la boca, que se pierdan las pruebas de los ‘petroaudios’ o del recién estrenado ‘faenón’ de Cofopri? ¿Qué pasó con nosotros para que Alberto Fujimori, condenado a 25 años de prisión por casos gravísimos de corrupción y violación de derechos humanos, siga recibiendo el respaldo de casi un tercio de la población? ¿En qué clase de país vivimos si la señorita que hace unos meses nos dejaba pésimo por el roche del robapulmón es hoy la linda modelo de portada de una revista? ¿Por qué el matrimonio Allison casi compite en popularidad y glamour con el de Angelina y Brad?
Por mientras, en la vecina Colombia, un excéntrico matemático y filósofo, ex alcalde de Bogotá y actual candidato a la presidencia, tiene ya 38% de intención de voto y supera por 9% a su rival. Su fortaleza: que los colombianos creen en un político que ya demostró hacer las cosas bien y, sobre todo, que se puede confiar en él.
Hay que dejar de una vez de lado el argumento de "que robe, pero que haga obra". Si no lo hace por usted, hágalo por que sus hijos tengan un mejor país. Un país del cual sentirse orgullosos.
Hasta la próxima.